viernes, 6 de febrero de 2009

El Ibáñez, la chica de la calle Agricultura y el coche patrulla.

Menuda tarde de teléfono nos hemos pegado Sergi y un servidor. Ha sido más de una hora. No quiero ni pensar lo que será este verano, tranquilos, en la vega de Granada, si Sergi se anima a venir, o en cualquier lugar de Barcelona escogido por mis amigos, acompañados de una buena cerveza con su tapita de jamón lo que los picos van a soltar. El intercambio de vivencias y experiencias será extraordinario. Pasa además que los recuerdos de los demás a veces los haces propios o incluso despiertan esos que tenías aletargados. Sergi, cuya voz ya adorna mis sentidos y me acompañará ya toda la vida, me ha hablado de la memoria selectiva como método de defensa ante aconteceres pasados que han supuesto un trauma y me cuenta además, como sólo lo hace un amigo, casos concreto sy muy especiales que mejoran aún más la imagen que de él ya tenía. Pero volviendo a la memoria. Es cierto que hay capítulos que se quedan en un cajón, se les echa la llave y esta se pierde. Pero no necesariamente han de ser traumáticos o malos. El simple hecho de no tener a mano quien te refresque la memoria puede ser el detonante de que la selectividad memorística eche a andar. Hoy Sergi y yo nos hemos dado varias llaves. Abramos un cajón.
Teníamos en clase a varios compañeros que su escasa solvencia con las notas la suplían con una gran dosis de humor, juego, simpatía o simplemente dosis convictivas. En ese grupo estaban algunos como Antonio Postigo a quien las notas castigaban duramente, el pobre, o David Pedrola al que recuerdo bonachón y un poco 'vivalavirgen' (expresión muy granadina que significa que le da lo mismo absolutamente todo o que se la sudaba y perdonad la expresión pero es la más cercana a lo que recuerdo de él). Pero sobre todo estaba el Ibáñez Cuenca. Este era un tío bajito, avispado y que si te descuidabas te camelaba y acababas haciendo lo que él quería. No sé que habrá sido de él pero, que me perdone si lee esto alguna vez, puedo imaginar que no le habrá ido muy bien ¿o sí? El caso es que al Ibáñez Cuenca le gustaba una chica en 7º, mucho, más que mucho, estaba loco por ella. Esta iba a un curso más que nosotros, 8º, y la esperaba en el pasillo para verla. No le decía nada, la miraba, la seguía a hurtadillas sin que ella se diera cuenta. El caso es que una tarde, entrábamos a las 15:00 en horario vespertino, me dice a la entrada: "Emilio vamos a hacer campana" y como con él había que llevarse bien o acababas regular decidí no llevarle nunca la contraria. Ese día nos corrimos el barrio entero, un peligro teniendo en cuenta que La Perona discurría paralela a nuestro itinerario. A las cinco estábamos a las puertas del cole y fue entonces cuando me confesó lo que le gustaba la chica de 8º, la cual yo conocía de vista y había saludado alguna vez. Por eso quería que esa tarde me quedara con él. Es de las cosas que más claramente recuerdo. Esa chica se llamaba Pilar pero yo no sabía donde vivía. Entonces la seguimos. Acabamos en la Calle Agricultura, muy lejos de donde estábamos y más aún de mi casa, frente al campo del Júpiter. El Ibáñez se quedaba embobado mirándola, le gustaba un montón, casi hizo que me gustara a mí. Recuerdo el portal, una casa grande de no muchas alturas, antigua, con un patio interior accesible desde la calle y soportales. Quienes vivís en el barrio aún seguro que recordáis la edificación. A la vuelta a casa me crucé con varios coches de la policía, eran furgonetas marrones de esas con el escudo en la puerta y las rejas negras en los cristales. Mé quedé un poco parado cuando una se paró delante mía. "No puede ser mi padre" mi padre no patrulla con estos coches, él lleva uno blanco cuando patrulla que no es siempre, además el está destinado en San Andrés". Mala suerte era el 'Emili pare', como le dicen aún mis amigos de Granada -aquí es que hay mucha guasa-, al que habían llamado del cole extrañados por que no fui esa tarde y me vieron luego en la puerta con el Ibáñez. Mi padre, al que he consultado esta noche el suceso, cogió el primero coche que pilló del cuartel y recorrió toda la Verneda hasta encontrarme. Estaba cruzando la Calle Guipúzcoa a la altura del Cine Verneda. Menuda la que me cayó, aún me acuerdo 25 años después. El Ibáñez sé que no acabó el cole, lo he recordado después de hablar con Sergi por que Jaime del Prado me lo escribió en una carta dos años después de aquello. Volviendo a la memoria selectiva, este recuerdo lo tuve borrado años hasta que esta noche me ha venido, limpio y claro. Aún veo el edificio de la Calle Agricultura, aún recuerdo el coche patrulla y todo lo anterior. Recuerdo que mi padre me dijo que era un 'bala', jo que mal me sentó, y que le decía a mi madre, "niña como no nos vayamosde aquí este es peor que el Torete". En serio. Mira tú, ahora soy periodista. Con lo que me hubieran hecho de películas si me hubiese quedado en La Verneda y ahora soy un simple plumilla.

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